sábado, 12 de febrero de 2011

Leyenda de Amor

Cuenta una vieja leyenda de los indios sioux que, una vez, hasta la
tienda del viejo brujo de la tribu llegaron, tomados de la mano,
Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y
Nube Alta, la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de
la tribu.
- Nos amamos – empezó el joven.
- Y nos vamos a casar – dijo ella.
- Y nos queremos tanto que tenemos miedo.
- Queremos un hechizo, un conjuro, un talismán.
- Algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos.
- Que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar
a Manitú el día de la muerte.
- Por favor – repitieron – ¿hay algo que podamos
hacer?
El viejo los miró y se emocionó de verlos tan jóvenes, tan
enamorados, tan anhelantes esperando su palabra.
- Hay algo… – dijo el viejo después de una gran pausa. Pero no
sé…es una tarea muy difícil y sacrificada.
- No importa – dijeron los dos.
- Lo que sea – ratificó Toro Bravo.
- Bien – dijo el brujo, Nube Alta – ¿ves el monte al norte de
nuestra aldea? Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y
tus manos, y deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del
monte. Si lo ATRAPAS, deberás traerlo aquí con vida el tercer día
después de la luna llena. ¿Comprendiste?. La joven asintió en
silencio.
- Y tú, Toro Bravo – siguió el brujo – deberás escalar la montaña
del trueno y cuando llegues a la cima, encontrar la más bravía de
todas las águilas y solamente con tus manos y una red deberás
atraparla sin heridas y traerla a mí, viva, el mismo día en que
vendrá Nube Alta… Salgan ahora.
Los jóvenes se miraron con ternura y después de una fugaz sonrisa
salieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte, él
hacia el sur..
El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes
esperaban con sendas bolsas de tela que contenían las aves
solicitadas. El viejo les pidió que con cuidado las sacaran de las
bolsas. Los jóvenes lo hicieron y expusieron ante la aprobación del
viejo los pájaros cazados. Eran verdaderamente hermosos ejemplares,
sin duda los mejores de su estirpe.
-¿Volaban alto? – preguntó el brujo.
- Sí, sin duda. Aquí están tal como lo pediste… ¿Y ahora? –
preguntó el joven -.
- Hagan lo que les digo.-dijo el brujo – Tomen las aves y atenlas
entre sí por las patas con estas tiras de cuero… Cuando las hayan
anudado, suéltenlas y que vuelen libres. El guerrero y la joven
hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros. El águila y el
halcón intentaron levantar vuelo pero sólo consiguieron revolcarse
en el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las
aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse.
- Este es el conjuro. Jamás olviden lo que han visto. Son ustedes
como un águila y un halcón; si se atan el uno al otro, aunque lo
hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que tarde o
temprano, empezarán a lastimarse uno al otro. Si quieren que el amor
entre ustedes perdure, vuelen juntos pero jamás atados…