lunes, 27 de agosto de 2012

Alex "El bisawelette" o el testimonio de una tercera edad muy actualizada

14 Agosto 2012, 4:18 PM 
Alex "El bisawelette" o el testimonio de una tercera edad muy actualizada

“Nadie se hace viejo, mientras siga teniendo ilusiones, continúe persiguiendo sueños y mantenga intacta su capacidad de aprendizaje” Oscar Zazo, escritor español 

Escrito por: DEISY TOUSSAINT (deisytoussaint@gmail.com) 

Alejandro Martín Cascón, quien pide a sus amigos que le llamen Alex "El bisawelette", nació el 22 de abril del 1926, en la ciudad de Bejar, Salamanca, pero lleva más de medio siglo viviendo en Plasencia, provincia de Cáceres. Tiene una familia excepcional compuesta por tres hijos, siete nietos y dos biznietas.

 “Considero la familia, como la estabilidad más completa de dos personas que desean unirse para toda su vida, aparte de ritos o creencias religiosas”, expresa Alejandro.

Manifiesta que disfruta de la vida a plenitud y para corroborar eso vive en un vergel paradisiaco en medio de dos ríos que forman una isla. 

 Alejandro, es un hombre de muchas experiencias en la vida y ha tenido el privilegio de vivir diferentes épocas, ha sabido adaptarse a los cambios y eso le ha enseñado a establecer diferencias entre cada una de ellas. 

Exalta el valor de la mujer, y hace alusión a su madre cuando dice "mi progenitora era linda, cual Diosa del Olimpo". 

Es amante y seguidor del periódico HOY, porque dice que el título `HOY´ es igual al principal diario de Extremadura, su región de residencia, el cual se edita en Badajoz, que es la principal ciudad de esa Autonomía, y además en el mismo le han publicado numerosas entrevistas, con temas diversas como el antitabaco, la literatura o el carnet de ciudadano del mundo. 

Alejandro es un fiel seguidor de las redes sociales, lee periódicos digitales, tiene correos de gmail, hotmail y yahoo. Es usuario habitual de Facebook, y trabaja con diferentes blogs y páginas web; aficiones algo atípicas para su generación. 

Es un fiel seguidor de la escritora peruana Isabel Allende. 

 Sostiene que “Las redes sociales, como todo en la vida, tienen su dulce y su amargo. Desde que se impuso la comunicación y escritura virtual, se vienen gestando los grupos, los blogspot o el Megaupload, por poner algunos ejemplos, pero si se han impuesto las redes sociales, ha sido por su universalidad, y sobre todo, porque se han hecho extensivas a todas las clases sociales, también comenta que ya quien no tiene Facebook, por citar una de ellas, es como si no existiera. 

Pero hay que tener sumo cuidado en el uso, advierte Alejandro, porque hay muchos desaprensivos que esta práctica la emplean en beneficio propio, aun a costa de perjudicar a otros que ingenuamente difunden sus datos. "Lo que, a fin de cuentas, me parece un ya irreversible mal menor; así es que, recomiendo hacer un uso racional de las redes, pero al tiempo discreto y reservado por el bien de nuestra privacidad".

jueves, 16 de agosto de 2012

El talento de nuestros enemigos

Bernard Fougéres

Saber separar las simpatías o antipatías personales de nuestro juicios es superación que pocos saben alcanzar. No citaré la trillada frase de Voltaire, basta con recordar leyes elementales de sabiduría. Toda una vida no basta para saber mirar las cosas sin pasión aunque con entusiasmo pues aquella palabra derivada del griego (en-theous) habla de un arrebato divino dentro de nosotros. El político que sabe reconocer las virtudes de sus adversarios, además de ser un caballero, es un sabio. Confieso que después de haber entrevistado a más de mil personajes, el hecho de conocer de muy cerca a unos conociendo su familia, su casa, hasta su perro, no mermó mi admiración hacia quienes la habían despertado. La familiaridad nunca borra el respeto. No citaré nombres de figuras ecuatorianas incluyendo a simples ciudadanos que conquistaron mi simpatía por ser gentiles, corteses, esté o no de acuerdo con sus pensamientos o filiación política. Alberto Cortez es mi hermano, pero sigue siendo mi ídolo. 

No podemos impedir que ciertas personas nos tengan antipatía pero somos dueños de nuestros sentimientos hacia ellas. Lo importante es no odiar, no despreciar a quienes nos desvalorizan. Aquella enseñanza de poner la mejilla a quienes nos abofetean no resulta tan drástica como parece. Ciertas empleadas de casa pueden con su silencio ubicarse encima de quienes las desdeñan. Siempre recuerdo la contestación que dio con fría calma María Félix a un periodista que le preguntaba si era lesbiana: “Seguro que yo lo sería si todos los hombres fueran como usted”. Eso se llama elegancia en cualquier idioma. A la misma pregunta Marilyn Monroe respondió hace más de cincuenta años: “No hay sexo incorrecto cuando hay amor en él”. Es la respuesta de otra dama. 

No entiendo que se pueda odiar a quien hemos amado. Por eso sigo admirando a las parejas que conservan la amistad después de un divorcio guardando desde luego un margen de errores o silencio cuando hubo heridas difíciles de cicatrizar. Nada es tan hermoso como recordar a las personas que hemos amado aún si no prosperó nuestra unión por cualquier motivo. Cómo podríamos malograr nuestro juicio hacia una mujer a la que besamos, a la que escribimos, con la que compartimos intimidad. El silencio puede ser muestra de respeto, jamás debe ser condenatorio. Quien habla mal de las mujeres que ha amado es digno de lástima. 

Cada ser humano encontrado en el camino tiene virtudes y defectos; sabio es aquel que guarda el recuerdo de las cualidades, se muestra comprensivo frente a los errores. Aprendí mucho de quienes no pensaban como yo. El periodismo tal como lo concibo jamás debe llegar a ser visceral. Charles De Gaulle invitó a cenar en el Palacio del Eliseo a Henry Tissot, quien lo imitaba y se mofaba de él; también invitó al policía de tránsito que lo multó por andar a exceso de velocidad con su Citroën DS 21 en su pueblo natal. Cuando pregunté al famoso actor de Las Diabólicas, Paul Meurisse, si Edith Piaf era una gran actriz, me contestó: “El general Charles De Gaulle no tenía buena voz pero cuando entonaba La Marsellesa, toda Francia se estremecía”. Son respuestas de grandes señores.