lunes, 17 de septiembre de 2012

Carta de una Emigrante


Carta de una Emigrante


Las calles húmedas y empedradas de aquel lejano lugar se pasean en su memoria, embriagado de recuerdos se consume su corazón, emigrar es adentrarte en lo desconocido, traspasar la puerta del miedo, arriesgarse a vivir la aventura más maravillosa o más terrible de la vida.

La tristeza siempre empaña los cristales de su alma, anida en las entrañas el dolor de la ausencia, desgarrado el espíritu se golpea en las paredes de la desesperación, la vida se va, muchos se convierten en bufones serviles que persiguen inútiles quimeras, sueños alojados en burbujas de plata , el destino enmascarado se ríe en nuestra cara  y no somos más que jinetes agotados de cabalgar a través de  un campo lleno de trampas e incertidumbres, náufragos cansados de navegar sin bandera,  sin timón, sin dirección.

Al cruzar la frontera,  nunca nada vuelve a ser igual, nada, dibujamos en silencio un mapa en nuestra imaginación, somos de ahí, de ese lugar perdido en los montes del mundo, pertenecemos a esa tierra de embrujo invernal,   nuestra sangre es la mezcla de muchas razas, y en la distancia amamos hasta la brisa con olor a caña dulce que evoca nuestra infancia.

Del otro lado del mar esta mi casa, en el vientre de la Pachamama, ahí están mis raíces, bajo la luz protectora de Inti y Quillá   la soledad no quema mi piel, el dolor no taladra mi ser, ahí me siento a salvo, no me siento extraña, diferente, culpable de pertenecer a otra raza, ahí me siento libre y orgullosamente latinoamericana.