domingo, 13 de mayo de 2012

La discreción

Tendría primero que enjuiciar a Bernard por carecer de ella, lo que puede provocar falta de seguridad, agresividad al manejar el auto, indiscutible estupidez. La agresividad es mecanismo de defensa. Esta columna me enseñó a escuchar a la gente. Cuando hablamos mucho de nosotros mismos, lo que casi todos hacemos, nos privamos de poder oír lo que han de decirnos, ponemos énfasis en nuestros logros. La discreción consiste en pasar desapercibido, lo que no es posible en una sociedad donde tratamos de sobresalir. La discreción es una virtud que permite conservar secretos, no entrometernos en vidas ajenas, ejercer nuestras actividades con la mayor perfección posible . Estuve casado durante cuarenta años con una mujer de una discreción envidiable, equilibrio emocional a prueba de balas. Hizo una labor magistral en la Orquesta Sinfónica, rehuyó lo que más pudo de la prensa, la publicidad, no cobró sueldo, me sentí pequeño al lado de ella. Su discreción fue un ejemplo que no siempre logré seguir. Es maravilloso amar a una persona así, sentirla superior a uno. Es catastrófico por la misma razón hablar de nuestros inferiores, pues el más pordiosero de la ciudad puede tener una capacidad de amor superior a la nuestra, los animales nos dan lecciones de solidaridad, gratitud. Apuesto a los sentimientos, jamás a los rencores. Martin Luther King dijo que la violencia crea más problemas sociales que los que pretende resolver, es muestra de una profunda violencia interior. 

Recuerdo la fase de Golda Meir: “No sea humilde, usted no es tan grande”. No debemos ni achicarnos ni engrandecernos, sino más bien tratar de examinarnos sin complacencia. El correo que recibo me trae frases agradables, pero presto siempre mayor atención a quienes me critican, ponen el dedo en una de mis llagas con inteligencia, caballerosidad. Les contesto siempre con buen humor. Cuando entrevisté en dos oportunidades al presidente, tuve aciertos, fui frontal, funcionó la adrenalina, no debía, claro está, agarrar la barbilla presidencial o hacer ciertas preguntas sin la debida investigación, pero quedamos ambos en paz, como tenía que ser, no hubo resentimiento. No hay civilización posible sin diálogo. Quienes nos tienen estimación nos escuchan. Los enemigos inteligentes deben ser oídos, los gratuitos o envidiosos no merecen atención. Castigar es posibilidad de todos; perdonar pero de corazón, lo que significa olvidar, es privilegio de los grandes, de líderes sobresalientes. 

Criticar es evaluar lo bueno y lo malo, hacer un balance, no inclinarse con complacencia hacia lo mejor ni solazarnos con lo peor. Por esta misma razón es difícil ser crítico de lo que sea. Recuerden la famosa frase: “Ver la paja en el ojo ajeno, no la viga en el propio” (Lucas 6:39-42). Soy hombre de paz, conciliador hasta lo extremo, no me entrometo en política. Lo que más anhelaría sería que los terrícolas pudiesen resolver sus diferencias mediante el diálogo frontal con resoluciones razonables de ambos lados. Me duele ver seres humanos aporreando a otros, infectando llagas. Las heridas deben cicatrizarse, no inflamarse. Nadie me censura ni guía mi mano. Solo soy Bernard, un ciudadano más con opiniones absolutamente personales.