martes, 19 de octubre de 2010

MATICES PSICOLÓGICOS DE LA ENVIDIA

MATICES PSICOLÓGICOS DE LA ENVIDIA

Durante el Juicio que lo condenó a muerte, Sócrates declara: “… lo que me perderá, si sucumbo, no será ni Anito ni Melito, será este odio, esta envidia del pueblo que hace víctimas a tantos hombres de bien, y que hará perecer, en lo sucesivo, a muchos más”.

El mexicano David Ferriz enumera: “Hay envidia del talento, hay envidia de la personalidad, hay envidia de la belleza, hay envidia de la buena suerte, hay envidia de la experiencia, hay envidia de la destreza, de la riqueza, envidia del mérito, envidia de todo aquello que hace sentir a la persona ligeramente desplazada”. (Ferriz, David: Epistemología de la Educación, conferencia).

Sentirse desplazado, dice, produce resentimientos que incluso pueden llevar al envidiado a la muerte. Da ejemplos: el empleado desplazado por otro, que inicia una solapada campaña de desprestigio en su contra. El niño desplazado en el interés familiar por el nuevo hermanito, que guardará resentimiento toda su vida. No sólo el mito de Caín y Abel explica esto, la mitología universal abunda al respecto. El Dr. Ferriz aconseja incluir al otro (una palabra, un gesto), incluso al dar una clase o conversar, pues el desplazamiento genera envidia e insospechadas venganzas.

La defensa de Sócrates sorprende: “Porque yo sé sobradamente que en mí no existe semejante sabiduría, ni pequeña ni grande. ¿Qué quiere decir, pues, el oráculo del dios al declararme el más sabio de los hombres? … Sin duda se ha valido de mi nombre como un ejemplo, para decir: el más sabio entre vosotros es aquel que reconoce como Sócrates que su sabiduría no es nada”.

Siglos después el sufi Al Ghazzali dirá: “El verdadero conocimiento implica… ver la misteriosa relación entre el hombre y su Hacedor, y llenarse de temor y reverencia ante la presencia de un Ser sagrado omnisciente que penetra el universo. Esta actitud… produce humildad y rechaza el orgullo”. La soberbia es la tentación más obvia para el hombre de poder, riqueza o conocimiento. Pero la vida nos doma a todos por igual.

Para domar al poderoso elefante, los hindúes atan sus patas traseras dejándolo en un precario equilibrio durante días, torturándolo con ramas encendidas y ruidos. Al fin el elefante se rinde, entiende que no se lo dejará ir. Entonces será mimado y hecho un colaborador útil. La Tradición de los Misterios, que Sócrates y Platón conocieron, explica este simbolismo: el primer paso sabio es comprender que no se sabe (ni se es) nada, experimentar el riguroso Poder que nos tiene atrapados. Este primer saber no deberá olvidarse nunca, so pena de caídas terribles.

Como consuelo, entre lágrimas (el Elefante y Saturno, símbolos del dolor del primer aprendizaje) aceptamos nuestra propia valía, ya que Alguien parece querernos así, tan irrenunciablemente. Andrés Neher diría: se toma conciencia de la imperiosa voluntad divina que sólo nos pide colaborar con ella.